Wednesday, June 16, 2010

Encontrando a Nemo

Poco más de un mes atrás encontré en la bandeja de entrada de mi correo un mail que promocionaba la segunda visita de Robert McKee a Chile y su curso de cuatro días, sobre guiones y género. Nunca he sabido cómo me llegó, pero ahí estaba una mañana y quizás si no me hubiera pillado sumergida en el universo Auster de las casualidades y coincidencias, lo habría dejado pasar, como hago con los que ofrecen cremas, aceitunas, viagra y seminarios de liderazgo. Me di unos días para pensarlo, sabiendo que iría, como fuera. Es esa vieja costumbre de no aparecer actuando por impulsos. Pero quien haya leído un poco sabe bien que no es igual gente impulsiva que gente capaz de tomar decisiones rápido, confiando en el inconsciente y sus particulares y misteriosas bases de datos. La intuición, las corazonadas, esa línea I just know de los personajes de película, están demasiado lejos de la magia negra o del azar.

En Abril de 1996 me subí a un avión rumbo a Amsterdam. Algunos se enojaron conmigo, otros se asustaron, hubo quienes se rieron y hasta quienes se burlaron. Unos poquitos me alentaron. Llevé conmigo un poco de ropa, un par de libros, algunas fotos, un cuaderno, mi walkman y tres casettes de 90 minutos, con ELO, Marillion y Gin Blossoms, más todos los sueños acumulados desde que era muy chica y leía revistas para gente grande a escondidas. Me las arreglé para recorrer ocho países durante poco más de un mes, flotando por encima de mi vida. Vi lo que quería ver, encontré lo que quería encontrar, y más también. Me sorprendí, me emocioné, conocí gente inolvidable, lloré de miedo y también de soledad, más de una vez. Pero aprendí que un tiempo bien tomado siempre te regala perspectiva. Aunque te demores un poco en enfocar bien desde tu nueva esquina o te cueste encontrar el encuadre que más te gusta. Los cuatro días que pasé en el Teatro Nescafé de las Artes este Mayo fueron algo parecido. Fuera de mí, con gente tan viva, tan diferente a la que veo habitualmente, con culpa y con pena de dejar a mi manada, pero con una sensación de estar llenando un vacío muy antiguo, observando, aprendiendo, riéndome y emocionándome a cada instante. Flotando, otra vez, por encima de todo.

El sábado, mi amiga Carola y yo nos escapamos a ver La Vida de los Peces. Pocas veces la cartelera de nuestro cine amigo, a media cuadra de casa, nos trata con cariño. Fue ella quien me habló de la peli, me llamó una tarde para que corriera a su casa a ver el trailer, porque había visto una parte en la presentación que hizo Bize en la UAI, donde ella trabaja. Tal parece que algunas personas se especializan en ir por la vida dejando cabos sueltos y se quedan penando en la vida de otras. Son los Perros del Hortelano, como dice mi mamá, los que no comen ni dejan comer. Hubo una historia así una vez. Comenzó en una casa de playa, una noche al final del verano, llena de estrellas, llena de palabras. Llena de canciones. Llena de humo. Se trasladó luego a una casa hermosa, de rincones y pasadizos secretos, con olor a madera, plagada de objetos hermosos y plantada en un jardín interminable, que en primavera olía a Pitosporo. En invierno escuchaba discos, se calentaba las manos en la chimenea, caminaba por la playa vacía, pescaba en las rocas y peleaba con el chungungo que se burlaba nadando de espaldas, mordiendo un pescado. Durmió muchas veces en una casa en el campo, entre aromos, cerca de un río y de un bosque que en invierno se llenaba de copihues. Una casa que en verano regalaba todo lo necesario para hacer la más exquisita cazuela. McKee diría que el guión cumplía a la perfección con las convenciones de la belleza y el placer que deben estar presentes en toda historia de amor bien escrita. El Domingo, ordenando cajas, me encontré con una pequeña carta que me escribió la dueña de ese campo cuando me casé. Qué señora adorable y qué mujer sabia e inspiradora. Al terminar de leerla, la puse de vuelta en el sobre y pensé en el momento en que Bea le dice a Andrés "eres tan egoísta". A veces lo único que nos queda es hacernos los valientes, arremangarnos y amarrar nosotros los cabos sueltos. A la larga no es un costo. Es una inversión. Qué buen final que tiene la peli.

Pero no sólo personas dejamos pasar. Las oportunidades que desperdiciamos también pueden penar. Por muchos años no supe qué responder cuando me preguntaban por qué había estudiado derecho. De hecho, la cuestión de la justicia me ha ido agarrando de vieja y ahora sé que me gusta lo de ser abogado. Pero es como el sushi, un gusto adquirido con el tiempo. Y sé que no me basta. Todos mis tests apuntaban hacia las áreas de lenguaje y arte. Mis gustos también. Mirando nacer y volverse personas a cada uno de mis hijos he ido entendiendo tantas cosas. No podemos retroceder el tiempo. Lo que dejamos pasar simplemente se fue, y eso duele y a veces duele harto. Pero siempre podemos cocinarnos nuevas oportunidades y salir a cazarlas a tiempo.

Lo que sucedió en la oficina en los últimos días me dejó por el suelo. Haga lo que haga, no vamos a encontrar nunca una tierra común. Lo que ellos llaman percepciones son, para mí, prejuicios. Rigideces de status social, de machismo sujetado con perros para colgar ropa, comportamientos bipolares o quizás, o a lo mejor también, hipócritas. Supongo que me encuentran chascona, hippie, frontal, molesta. Quién sabe. Jamás me lo van a decir tampoco. Eso es, lejos, lo que más me enfurece. Pero ayer en el auto, mientras escuchaba Twice If Your Lucky, del nuevo y deliciocísimo disco de Crowded House, mi cabeza me sopló que esto es sólo pega. A great weightlifting. No estoy atrapada ni presa en ninguna parte. Es sólo que me confundo, viviendo entre gente que fusiona trabajo con vida y que asimila éxito profesional con éxito en la vida. Le escuché a Nano Stern el otro día decir que la palabra éxito en castellano se escribe parecido a exit, salida en inglés y que él las ha estado relacionando, mirando la carrera demente en que está metido todo el mundo por aquí. Lo que es yo, hace rato que hice una elección. Y sé bien que en algún momento todo se volverá incompatible. Pero tengo que navegar el por mientras. "Navegar, Pérez, navegar", como me decía Pelao. Extraño a Pelao en estas situaciones, pero tengo los hombros, las orejas y las palabras de mis seres favoritos. Como dice uno de los amigos en la peli, "el vínculo, hueón, el vínculo es lo que más importa". No sé si lo dice exactamente así, pero es la idea. Es notable que Bize haya situado esa conversación en un baño.

Sé que en algún momento voy a ir hacia otra parte. Es loco, pero no sólo yo lo veo. Y quiero que eso suceda, y en algún momento habrá que dar el salto Into The Great Wide Open. Lo lindo de todo esto, lo que un día vamos a recordar y a celebrar, cuando seamos unos viejos felices y libres, parecidos a los rockeros de pelo blanco, es el cómo fuimos soñando, dibujando, recolectando y reuniendo pequeñas y grandes casualidades, cortando y pegando, para armar y construir una cosa diferente de todo lo que ahora existe. Me acuerdo que ha pasado como un año desde esa conversación que tuve con Tulio y que todavía falta harto para que las cosas se muestren, como él dijo. Pero, como dice mi querida canción, no me impaciento porque sé que esto va ser muy lento. There is a long way between chaos and creation. Pero hay indicios, hay un principio. Y hay una extraña belleza en el no saber cómo vamos a llegar donde queremos estar. Yo antes no pensaba así. Pero en el camino todo ha ido cambiando.

Tuesday, June 08, 2010

Sobredosis de DVD

A veces, cuando estoy viendo un concierto en video o DVD, y enfocan a los músicos desde atrás, me hago preguntas. Lo que se sentirá al escuchar a una multitud cantar una canción que nació como un garabato en una servilleta de papel o por detrás de una boleta de botillería. Alfonso dice que, una vez publicadas, las obras dejan de pertenecerle al autor; yo digo que lo mismo sucede con las canciones una vez que nuestra oreja las captura. En otras ocasiones me pregunto cómo será estar parado ante miles de personas que vienen a verte a tí. Mucho más allá del ego, mucho más allá de cifras, limusinas y escoltas policiales, debe haber algo muy power.

El jueves, de vuelta a la oficina, me bajé en el Metro Los Leones, para comprarme por fin ese DVD de los Foo Fighters que llevaba meses mirando en la vitrina. Todavía me queda algo de la rata noventera, que miraba vitrinas como la vendedora de fosforos y que volvía a la tienda con plata, cuando ya era tarde. Supongo que se trata de límites y prioridades. El asunto es que una vez más, Grohl y Hawkins, que cada vez más parecen negativo y positivo de un mismo ser, con sus barbas y chascas al viento y sus declaraciones de amor mutuo, me hicieron salir lágrimas de los ojos. Grohl, salta como un cabro chico, corre con su Gibson azul, con el pelo en la cara y su chicle sin fin, uno de verdad siente cosas. Sí, lo del flato es medio feo, pero tengo que admitir que me dio risa. Mis niños también se rieron, como todos los monos animados y personajes infantiles se tiran flatos, lo encuentran más bacán todavía a Grohl. Pero con o sin sonoridades por vía no destinada al efecto, era Wembley, habían reunido a 85 mil personas y terminaron tocando con Jimmy Page y John Paul Jones. Hay que ver la cara de Grohl en la batería y los abrazos patosos de perro muppet que Hawkins le da a Page al terminar de cantar su canción. Él, ondero hasta la muerte con su Les Paul, la goza. Cómo no se va a emocionar uno.

No me aguanto y le adelanto al Feli su regalo de Día del Padre: The Space Within US, un concierto película que es también documental, sobre la gira que McCartney hizo a Estados Unidos post Chaos and Creation In The Backyard. Su foco es el fan. O sea, uno. Emoción es probablemente la palabra que más se repite y se puede sentir minuto a minuto, tanto en Macca y su banda, como en la gente que aparece. El, con una simplicidad maravillosa, canta y también habla. Recuerda estar escribiendo I'll Follow The Sun y yo pienso que es como el inverso de nosotros, que recordamos la primera vez que escuchamos una canción, dónde estábamos, con quién y en qué. Habla también de querer darle a la audiencia algo que recordar, de escribir canciones siempre pensando en producir un efecto en alguien, habla sobre seguir sintiendo la magia de cantar canciones para la gente y de ser un tipo común y corriente que hace canciones. Se ve a Billy Joel cantando, a Jack Nicholson; a unos viejos eternos con sus hijos y nietos, todos con sus air guitars. Pura Magia. De pronto escucho a Paul Stanley decir que la música produce una conexión visceral que puede llevar lágrimas a tus ojos sin que sepas por qué. Hey, me digo, este tipo sabe lo que dice. Otro individuo afirma que lo que hace feliz a Paul McCartney es ver a alguien moviendo el pie con algo que él escribió. Feedback, me digo. De eso se trata. Alimentación mutua. Eso es lo que sucede. Recuerdo esa frase que leí ayer, que me quedó dando vueltas: "A good song comes along and gives people a bit of comfort or focus, it reminds them what it is to be alive.'' Tenía que ser Neil Finn. Y ya lo había dicho mi amiga de la vida: "Pérez, las canciones nos permiten vivir lo invivible."
El otro día nos juntamos con los del lado y los de un poco más allá a karaokear. Pero terminamos en otra cosa. Mi compadre melómano de amplio espectro puso el último concierto de Soda Stereo, hasta llegó con su polera negra con letras naranjas. Cuando apareció Cerati con su guitarra, se produjo un silencio largo y se le salió un "qué pena". Yo pensé que por suerte fui al concierto del 2007 y que me tendría que comprar el DVD de Me Verás Volver. Lo hice y anoche mientras el Feli trabajaba en su compu, yo me puse a verlo, con un nudo en la garganta. Poco rato antes me había llegado el último update de cerati.com. La pena es un derecho humano. Y me gusta saber que no soy la única en esto. Great hearts feel alike. En fin, tantos pensamientos desordenados. Acabamos de ver The Space Within US otra vez, es demasiado tarde y a esta hora no se puede hacer mucho por ordenar nada. Hablando de desorden, se me viene a la cabeza la letra de Puente. Qué ganas de poder desordenar átomos... Si usted se la sabe, cante.