Midnight Blue

Hace unos meses nuestro compadre Pablo sacó de su Caja de Pandora a.k.a. el iPod egoísta, una canción que yacía en mi nebulosa de las maravillas olvidadas. Como pasó con Call To The Heart y Ride The Wind hace unas semanas, pero mejor. Se trataba de Midnight Blue, que veía en el disco solista de Lou Gramm donde no venía Just Between You and Me. Pablo la comenzó a poner muy seguido cuando tocaba batería y la Laura la escuchaba desde el otro lado de la muralla. Ahora se llama "la canción del Pablo Dangue". Cuando se sube al auto me pregunta "¿Mamá, tenes tu iPot?" y apenas escucha la guitarra me busca por el espejo retrovisor y se rie.
En Y El Cerebro Creó al Hombre hay un capítulo fantástico, llamado Una Arquitectura Para la Memoria. Es la propuesta de Antonio Damasio, el autor, para explicar cómo opera nuestro cerebro en el almacenaje de los recuerdos y en el traerlos de vuelta cuando los evocamos. En la misma línea de lo que decía Oliver Sacks en Musicophilia, cuando exploraba lo que sucedía con la música y la memoria, e intentaba exlicar por qué podríamos perder nuestra memoria biográfica, no saber quién somos, pero cantar todavía nuestras canciones favoritas, parecería que la memoria no opera como un simple armario donde van a apilarse imágenes visuales. Lo que sucede, según él, es que nuestro cerebro mapea las diferentes percepciones que nuestro cuerpo le informa y guarda esos mapas en diferentes lugares, de manera fragmentada y esparcida. Luego, cuando los evocamos, cada zona del cerebro hace su aporte con su trozo del mapa general, para regenerarlo y armar el recuerdo con todas sus partes, incluyendo las percepciones mentales y también las sensaciones corporales. Es una explicación perfecta para las mariposas en la guata cuando escuchamos canciones. Si lo pensamos, cuando recordamos, en realidad revivimos. De hecho, cuando recordamos una conversación con alguien, por ejemplo, vemos a esa persona y lo que recordamos como conversación no es una película muda con un texto como guión escrito, sino que escuchamos su voz, vemos su cara, sus gestos y los movimientos de su cuerpo. Si hemos sido perceptivos y observadores, nuestra cabeza pondrá en la escena todo lo que había en el momento, como la ropa que teníamos puesta, el entorno donde ocurrió, como una escenografía, la música que sonaba o el ruido que había, e incluso detalles como, por ejemplo, lo que sucedía al otro lado del vidro si estábamos sentados junto a una ventana. Y si un mapa falla, nuestro cerebro rellenará e inventará que las flores de la mesa eran amarillas, cuando en realidad eran de color violeta.
Hace un par de noches manejaba de vuelta a casa y en la radio sonó Ay Amor de la Myriam Hernández. Fue divertido, porque apenas un rato antes había visto el nuevo cuadro de la Jime, una maravilla de caballos en naranjas y azules, su especialidad, y mientras cantaba a grito pelado Ay corazón, me hiciste tanto daño..., lo primero que vino a mi cabeza fueron las tardes en su casa escuchando Radio Aurora la de la música bonita, el año de Antumapu. Hablando de mariposas. Quizás en muchos años más, la Laura escuche Midnight Blue y todavía se ria. Quizás recuerde cuando se subía a una silla para mirar hacia la casa del lado, donde ahora no está el Pablo Grande, ni la Mallina, ni nadie, porque sólo hay un gran silencio al que nos cuesta acostumbrarnos. Yo, por mi parte, seguiré trayendo a la vida historias cuando escuche a Lou Gramm con o sin Foreigner, incluyendo los nueve años de vida y canciones con nuestros queridos vecinos y a mi Lauri de tres años y dos chapes.