Saturday, February 07, 2009
Monday, February 02, 2009
Now I'm Here: It's A Kind Of Magic
Me gusta venir siempre aquí porque puedo ver cómo va creciendo mi manada. Cada año han cambiado y yo puedo observarlos y comparar. Percibir lo que están necesitando, responderles lo que se están preguntando, evaluar dar más libertad a los grandes y asignarles pequeñas responsabilidades. Los miro jugar, los escucho hablar, gritar, pelear y así puedo hacer la pega de las vacaciones. Sí, señores, por si no lo sabíamos, las vacaciones no se hicieron para que los padres nos echemos a descansar. Después de todo, se trata del único momento del año en que podemos dedicarnos en cuerpo y alma a transformar a esa a veces odiosa tribu en la familia con que soñamos. Todos los años me llevo de vuelta una lista de tareas, propósitos y conversaciones pendientes con los niños, con el Feli y con la Nana. Pero no es terrible. Al contrario, me gusta.
En El Arbol del Conocimiento aprendí que los seres humanos nos estamos haciendo constantemente, que estamos en eterna producción de nosotros mismos, tanto en lo corporal como en lo emocional. Por eso ser padres es difícil y requiere un esfuerzo y dedicación que muchas veces exceden nuestras fuerzas y capacidades. Pensar que hay gente que no se hace cargo de esto y que luego uno termina lidiando con sus odiosos retoños. Una de las cosas que más disfruto aquí es conversar con los niños, especialmente por separado. Entrar en sus mundos es fascinante. Escuchar a la Magda mientras paseamos a caballo o al Pedro antes de dormir es mágico.
Cada año me cuesta más dejar Las Trancas. Siempre me voy prometiendo que vamos a volver antes del próximo verano, pero la verdad es que todavía nunca hemos visto el Otoño rojo-amarillo ni hemos venido en Invierno. También me voy jurando que intentaré mantener el espíritu durante el año, pero llego a Santiago rabiando y gruñendo. Seguro este año haré lo de siempre: me bajaré del auto, entraré al living, veré el caos en que quedó convertida la casa al irnos y miraré el árbol de Navidad todavía armado. Pasaré directo de la descarga al desarme: harto que hacer para poco pensar. Me dormiré tan cansada que por la mañana no quedará más que aceptar que estoy de vuelta. Pero ahora estoy aquí y sé que cuando abra los ojos en la mañana y corra la cortina voy a ver el cielo celeste entre las hojas verdes de mi bosque y que olerá a café recién hecho y fuego encendido.
Sunday, February 01, 2009
Oeisis
Yo recuerdo el olor de los macrocarpas en un día nublado, en Algarrobo Norte, con esas olas enormes de espuma blanca bien espesa. Recuerdo los Festivales de Viña, a Neil Sedaka y su mameluco horroroso con humita y cierre atrás. Recuerdo las canciones de esos italianos que cantaban en castellano a principios de los 80. Y que aquí descubrí a The Police. Adoro entrar a La Estrella y sentir esa mezcla de olores, de frutas con verduras. Amo el olor de los choclos y la albahaca, porque me hace pensar en mi abuela y mi mamá, en esos veranos interminables colgados de sus faldas. Hace unos días, paseando a la Laura, un olor mezcla de eucaliptus con leña me transportó a una tarde caminando con mis papás y hermanos, entre los árboles de la iglesia de Santa Teresita. Si alguna vez me pidieran hablar de un momento feliz de cuando era chica, ese es uno poderosísimo. Se me llenaron los ojos de lágrimas y me habría puesto a llorar como una guagua si no me hubiera encontrado en ese momento con la Cecilia y sus niñitas que bajaban a la playa.
No sé por qué me dio por escuchar a Oasis en Algarrobo. Supongo que es culpa de Dig Out Your Soul. En el tiempo en que el mundo se dividía entre Oasis y Blur, yo estaba con Blur. Nunca me compré un disco de Oasis, aunque sí me gustaba un par de canciones. Pero a veces la pega de conductores de radio y columnistas de música se llega a justificar. Y después de Don’t Believe The Truth y de su concierto en vivo me declaré atrapada por sus canciones. Ahora, con Dig Out Your Soul definitivamente les creí. Son la raja. Y me gustaría tocar guitarra como Noel Gallagher. Una mañana saqué a la Laura y en mi iPod sonó Champagne Supernova. Bajé mirando el mar con mi guagua en su coche. El cielo estaba azulino y sin nubes. Estaban comenzando mis vacaciones. Un letrero promocionaba un boliche de hot dogs y pizzas abierto 24 horas al día: ¿Bajón? Ven a Oasis. Y yo empecé mi paseo por la orilla de la playa escuchando Live Forever.