Friday, November 30, 2007

Hooters

En esta vida hay cosas que uno tiene que saber. Pero así como algunos lo que necesitan saber es, por ejemplo, por qué una manzana cae al suelo en lugar de flotar por el aire, o la razón de las inconsistencias del tiempo, lo que otros queremos es saber quien canta o como se llama la canción que estamos escuchando. Y esto último, antes no era nada fácil.

A fines de segundo medio, digamos, 1985, había una radio cuyos creativos, imagino, se habrán considerado geniales por poner a un locutor que hablaba en inglés. Pues bien, en esa radio, en que presentaban One Night Love Affair como cantada por "Canadian Star Bryan Adams" fue que oi por primera vez And We Danced. Logré atraparla en un casette y saber su nombre, pero nunca quién la cantaba. Salí del colegio, de la universidad, dudo haberla escuchado otra vez siquiera. Hasta que una tarde a principios de los 90 estábamos pasando el tiempo, escuchando música, Cabezón, JFC y yo. Entonces decidí poner a prueba la melomanía hasta ese instante intachable de JFC, en calidad aún de amigo del novio de la hermana, pero que ya venía firme por los palos. Le dije que jamás podría responderme quién cantaba And We Danced. Pero me respondió que sí podría y que tenía el disco en su casa. Por si acaso, no era que yo en ese tiempo no supiera que era una soberana estupidez atribuir importancia a saber quién canta una canción o tener un disco para elegir novio, pero para mí esa fue la señal que estaba esperando. Lujos que uno podía darse entonces y no era opción desperdiciar. Hey, estaba la vida por delante; ya se vería después.

The Hooters no son ni el bar donde quería carretear Al Bundy ni el boliche que hay un poco más abajo de mi oficina, que nunca dio la nota con sus meseras en hot pants. Pero tampoco son un One Hit Wonder. Nervous Night, el disco en que venía And We Danced, trae una serie de canciones que todo el mundo debiera escuchar alguna vez: Day By Day, All You Zombies, la misma Nervous Night, Where Do The Children Go. Y nadie debería perderse Satellite y Karla with a K, con acordeones, mandolinas y otros instrumentos poco usuales para una banda de pop/rock, que vienen en el disco que siguió a Nervous Night. En 1994 apareció en las radios Private Emotion, con una letra hecha a la medida de los tiempos. JFC había desperdiciado demasiadas oportunidades y yo había quemado mis naves con Pablo Mármol. Que no era lo mismo ni tampoco igual. En fin, Private Emotion era parte de un disco nuevo, Out Of Body, en el que colaboraba la Cindy Lauper. Ahí fue que me enteré que esta era no más una vuelta de mano, porque Hyman y Bazilian, los cerebrillos de los Hooters, habían colaborado primero con ella en She’s So Unusual. Cosas que uno aprende, como que la voz de hombre en Time After Time pertenece a Hyman. Otra gracia que vale la pena considerar es que Hyman y Bazilian fueron parte importante en Relish, el disco de la Joan Osborne donde venía One Of Us.

Este súbito ataque de hooterismo me vino un día que almorcé en el Tony Roma del Parque Arauco, cuando la música de fondo me pareció extrañamente familiar: era Day By Day. Buen playlist tienen en todo caso, también tocaron Heat Of The Moment; ni que fuera JFC el DJ ahí, pensé. De vuelta a casa busqué mis discos y pasé mis canciones favoritas al iPod. Rastreando a ver si había algo más después de Hooterization, recopilación de 1996 y un disco en vivo, me encontré con un disco de 2007, Time Stand Still, al que tendré que dar una vuelta. Quién lo hubiera dicho. Y además, para economizar, este año salió un CD que reúne los tres discos de la época más típica: Nervous Night, One Way Home y Zig Zag. Yo les digo que es una buena opción para hacerse de 31 canciones que vale la pena conocer o volver a repasar. Private Emotion, esa hay que bajarla no más.

Friday, November 16, 2007

Tony Montana

Una para que te diviertas. El otro día pasé por el edificio donde estaba el Crepsu y me acordé de cuando me llevaste a conocer al Caballo Marino, tu flamante nueva adquisición. Tan grande y tan blanco que era. Pero se veía bien detrás de la barra. Eso me hizo acordar que el año pasado fui a comer al Divertimento; no sé si te conté, una comida de oficina, cuando trabajaba con Pelao. El lugar cambió mucho y creo que ya no existe la barra en que La Lama nos preparaba esos exquisitos Dulce María, muy rosados y con exceso de azúcar. ¿Te acuerdas que una vez lo preparamos en tu casa en unos vasos gigantes? Por cierto, recordarás que nunca comimos en el Divertimento.

Debe ser la época, me he estado acordando de varias cosas. De cuando me pasabas a buscar en las tardes, después de estudiar, en el auto de tu mamá. De cómo nos volvimos adictas a Achtung Baby y a la canción que todos sabemos. Del casette de Aidalai y de La Lama, obvio. Curioso personaje. Cumplió su propósito, pero el arrepentimiento me vino demasiado rápido. Error in corpore, que le llaman. Me acuerdo que huía a la casa del Cuico para que no me encontrara en toda la tarde. Suerte que en ese tiempo no teníamos celulares.

Pero nos reímos harto. ¿Te acuerdas de ese asado en la casa del Hugo, que tenía un VW Gol negro tan enchulado como su novia? Nos juntamos a ver un partido de Colo Colo con algo así como el Estrella Roja. ¿Te acuerdas de cuando fuimos a una fiesta de Rozas en la azotea de su edificio? Al día siguiente mi nana encontró la botella de whisky que don Dalai había puesto en mi bolso. Ay, y esa horripilante fiesta de año nuevo en una casa vieja del centro. Ya sabíamos que la lluvia un 31 de diciembre no podía ser una buena señal. Seguro te acuerdas del Quick. Ese sí que era personaje con telón desteñido y soundtrack del organillo desafinado. Como decía mi nana, hay que ver que el grupo era terrorífico. Me he preguntado harto si acaso el Chapu se acordaría de mí cuando muchos años más tarde llegó a trabajar a la oficina, muy serio, compuesto y ya completamente calvo. ¿Y te acuerdas la tarde que el Caballo nos puso a ver Scarface? Tony Montana, ese sí que era su ídolo, si hasta le tenía lástima. Me acuerdo cuando te decía esas frases malvadillas, como extraídas del manual del sicópata de la vena hinchada. Y cómo olvidar a Jane de la Selva. Creo que me contaste que el hombre es ahora padre de familia y abogado. Me lo imagino más de lo segundo que de lo primero. En fin, tal parece que todos crecemos. Pero dime que no es bueno tener memoria.

Friday, November 09, 2007

Filosofía Barata y Zapatos de Lujo

Prefiero los ambientes en que hay hombres y mujeres. A todos nos hace bien compartir con los del otro lado; las mujeres nos ponemos menos minas y los hombres menos cavernícolas. Pero mentiría si negara el gusto que me da que mi pequeño grupo de trabajo esté formado por puras mujeres.

Estoy leyendo un libro que se llama El Sexo de las Emociones. Tiene más de diez años de editado, pero trata un asunto más viejo que el hilo negro: las mujeres y los hombres no se entienden y pareciera que algunas emociones son de hombres y otras de mujeres. Pero, ¿es tan así? Lo bueno es que no está abordado desde el punto de vista bestselleresco de Venus y Marte –libros que en realidad nunca leí- sino desde la perspectiva de la sicología y con base en estudios y datos duros. Como me gusta a mí. El asunto es que al parecer, como dijo David Lynch, las cosas no son lo que parecen. Efectivamente, todo indica que hombres y mujeres pueden experimentar las mismas emociones y que la diferencia estaría en cómo y, tal vez, cuánto las expresan. En otras palabras, no estaría en nuestro ADN ser histéricas ni en el de los hombres ser agresivos. Lo que ocurriría es una diferenciación más cultural que biológica a medida que los niños crecen, en que, entre otros, los padres estaríamos metiendo la pata. Era que no. Según dice este señor, niñas y niños son más o menos la misma cosa hasta el año y medio. Pero los padres, la mayoría de las veces inconscientemente, hacemos una cosa que se llama en sicologia “proyección”, que en simple es algo así como atribuir a otro características propias nuestras. Entonces, lo que ocurre es que las niñas son tratadas como mujeres chicas y los niños como hombres chicos, con lo que se perpetúan los modelos. No he terminado de leerlo, así que ya escribiré sobre las conclusiones.

He ido a muchos cursos sobre liderazgo, formación de equipos y trabajo en grupo. Conocí hoteles siete estrellas, comí como los dioses y hasta me probé unos Manolos en el mall más pituco de Miami. Pero creo que ninguno de esos cursos tiene el enfoque correcto. Por estos lados casi toda la paja del liderazgo, esa de los desayunos en Casa Piedra y seminarios de pacotilla pero con fotos para Capital, está hecha por hombres y para hombres. Por suerte la mamá de la Javi está trabajando fuerte en lo de los estilos de liderazgo y la contribución de las mujeres. Lástima que la mayoría lo acepte no más de la boca para afuera, sólo porque suena muy cool. Basta leer el diario.
Entre las cosas que me hicieron aceptar la nueva pega estuvo la posibilidad de manejar yo el grupo de práctica. Y decidí que lo haría a mi pinta, o sea como a mí me tinca y me sale y sin disfraz de hombre. Me ha cambiado la vida. Aunque debo admitir que gran parte del chiste está en que mis Padawanes son chicas de lujo, inteligentes, responsables, trabajadoras e hijas del rigor. Y amantes del buen zapato. Me he dado cuenta que es un asunto que va mas allá de saltar de lo personal a lo laboral y viceversa sin tregua o de trabajar en varias cosas a la vez sin problemas. O de escaparnos a la hora de almuerzo a una liquidación. No por eso dejan de reconocer mi lugar ni me pierden el respeto. Jamás las he gritoneado ni les he tenido que llamar la atención por nada. Un rayado de cancha con razones, preocupación y contacto constante y una buena dosis de humor es lo que se necesita para trabajar con mujeres. Con los hombres en cambio, la experiencia ha sido diferente. Me da lata que muchos se descolocan y se achanchan cuando no los tienen cortitos y el problema es que yo no sirvo para inspectora de colegio. Detesto a la gente floja, por más inteligente que me digan que es, habiendo tanto tonto aperrado que llega a hacer las cosas bien. Los hombres se ríen cuando pasan por mi oficina y ven como trabajamos, pero algo me dice no estarían muy cómodos en medio de nuestro productivo gallinero. En fin, yo sé que no va a ser siempre así, ni es bueno que lo sea, pero por mientras, estoy feliz. Trabajamos duro, aprendemos juntas y resolvemos problemas. Al mismo tiempo nos ayudamos, nos escuchamos, nos apoyamos, nos reimos mucho, vamos de compras y nos envidiamos los zapatos. La competencia de verdad está dura, pero nadie negaría que hoy los más bacanes son los míos.