Tuesday, December 30, 2008

El Duende Melodía

Era otoño. Casi no quedaban árboles verdes en el bosque. Todas las hojas estaban rojas o amarillas y caían, una a una como grandes manos viejas... El hongo donde vivía el Duende Melodía estaba cubierto por una manta de hojas crujidoras. Los insectos iban y venían entre ellas, apurados en hacer sus casas para el invierno. el Duende Melodía, con su experiencia de cien años, trabajaba también. ¿Saben ustedes en qué consistía el trabajo del viejo Duende? Era algo muy divertido: juntaba sol para el invierno. Y ¿saben de qué manera lo hacía? Pues se tendía al sol sobre una hoja seca, hasta que se le llenaban los bolsillos; entonces corría a su callampa y vaciaba el sol en sus frascos y retortas de cristal, tapándolos con un poco de barro. Los frascos brillaban en las obscuras alacenas con fantásticas luces doradas. Luego, el Duende volvía a tenderse sobre la hoja seca, y con el dulce calor del otoño le daban ganas de dormir.

La Hormiguita Cantora andaba por esos lados, muy atareada, juntando provisiones para el invierno. De pronto vio a su amigo, el Duende Melodía, tendido al sol, durmiendo. Esto la escandalizó un poco y le dijo:

-Pero tú, ¿qué haces,
acostado al sol,
flojeando, flojeando,
como un caracol?

El Duende, herido en su amor propio, contestó:

- Yo no estoy flojeando, Hormiguita, estoy juntando sol para el invierno. Primero me lleno un bolsillo y luego el otro, y voy corriendo a guardarlo en mis frascos de cristal. Así tendré con qué calentarme cuando haga frío.

La Hormiguita Cantora y el Duende Melodía, Alicia Morel, 1973.

Durante los primeros días del verano pasado, mi vida fue perfecta. Esperábamos a la Laura, la nueva integrante de la Manada y por las tardes, después del trabajo, nos íbamos a la piscina con el Feli, la Magda y el Pedro. Cuando ya no quedaba nadie, los niños se ponían a jugar en la arena y el Feli y yo leíamos. El La Bodega, yo La Brújula Dorada. Los cipreses, los mismos de cuando los dos éramos chicos, se mecían con el viento de la tarde de verano y poco a poco iban cambiando de color. Lo mismo, todos los días. Fueron varias las veces que pensé que serían esos los momentos que me iluminarían durante el invierno, cuando hiciera mucho frío y el bajón hormonal me tuviera hecha un trapo. Y no me equivoqué.

Mis amigas Jime y Deni me regalaron lindos mails para Navidad. Cada una me habló con su particular estilo y sabiduría. Mientras la Deni me decía "Pérez, permítete decir puta el año duro", la Jime me recordaba que las relaciones con los padres son complejas y duras y que algunas veces simplemente no hay encuentro. "No se puede cerrar un círculo que nunca empezó". La Caro también hizo lo suyo, haciéndome entender algunas cosas que yo no supe ver en su momento y comprender que, si bien ya nada se puede hacer, uno puede seguir adelante con una mirada diferente y más feliz.

Hace muchos años, la Jime y yo hicimos un ritual. Escribimos lo que queríamos desterrar de nuestras vidas en papeles que tiraríamos al río la noche del 31 de diciembre, escuchando alguna canción mágica. Suponemos que nunca tiramos nada a ningún río, porque no nos acordamos. Y seguimos lidiando con cosas que odiamos. Ahora que va a empezar otro año y que uno forzosamente hace listas, balances y propósitos, ahora que ya logré atravesar la Navidad y navegar por las turbulencias de los sentimientos encontrados que ella siempre termina desenterrando, le haré caso a mi amiga y diré que sí, que fue un año duro. "No hay nada más lindo y duro que el nacimiento de un hijo", me escribió ella. Pero tuvimos una hija sana, perfecta y hermosa. Mi Manada me llenó de alegría y jamás tendré como retribuir lo que hizo el Feli el día que mi Papá se murió. Es curiosa la vida. Al final, a pesar de todo, fue él quien lo acompañó hasta el último instante. Y sí, puede sonar a un espantoso cliché, pero sé que ahora todo va a ser mejor. Además, es verano y el sol se pone tarde y sigue bañando los cipreses y los cedros del Manquehue hasta desaparecer. Así que, como el Duende Melodía, comenzaré a juntar sol para el año que viene. Siempre sirve.

Friday, December 19, 2008

The Closest Thing To Heaven Is To Rock And Roll

Hace unos días tuvimos la comida de fin de año de la oficina. Todo muy exquisito, en el jardín de la casa de un socio, la comida rica, el vino bueno y la música muy correcta. Nos sentamos en una mesa en que casi todos los comensales resultaron ser melómanos. Uno de ellos, un Chapman en potencia. De pavor. Demás está decir que resultó ser la mesa más entretenida y obviamente, la más ruidosa de todas. Mientras casi todos hablaban de la crisis financiera o de pega, nosotros nos peleábamos por contar las mejores historias de discos y conciertos.

El Feli los hacía reir contándoles de cuando lo arrastré al concierto de Megadeth y yo me acordé del concierto de Aerosmith, cuando llevamos unos sandwiches de carne con palta increíbles y los comimos sentados en el suelo del velódromo, con la Caro, Cabezón y JFC y luego nos subieron en sus hombros para que pudiéramos ver a Steven Tyler. También me acordé del concierto de AC/DC, que fui con Conde y su amigo al que un chascón le cayó encima y le rompió los anteojos. Es re pavo que a uno se le olvide cada cierto tiempo escuchar algunos discos esenciales. Aunque es verdad también que ya no hay tanto espacio en la vida para la pesadez musical. Una de mis amigas se burla de su marido que todavía pone Guns n' Roses y Kiss en sus cumpleaños y mucha gente como que arrisca la nariz si uno confiesa gusto por el heavy metal pasados los 30. Lo encuentran como entre rasca y patético. Pero no siempre fue así. En una época teníamos el tiempo y los lugares para esa música. Siempre me acuerdo de una noche que me quedé dormida escuchando el "Black Album" de Metallica, en Zapallar, en la casa de Chola. Fue como la graduación de mi oreja. Todas las imágenes de ese tiempo están asociadas a la música que escuchábamos. Los asados de lomo vetado donde Sampa, con White Zombie, Ozzy y Faith No More. Las noches en su depto en Viña, con The Phone Call de Satriani y Mr. Bungle. Las juntas en el living de Chola con Van Halen y Whitesnake, cuando se aburría y se iba a dormir y nos pedía que dejáramos todo cerrado cuando nos fuéramos. La casa de Zapallar de JFC, con Back In Black y el Razor's Edge y Cabezón con sus discos de Yngwie.

Y como la vida tiene muchas vueltas, entre Van Halen en el gimnasio, la pegada de Thunderstruck con Enter Sandman en la radio y el hallazgo de la Caro, terminé escarbando entre mis discos en busca de todas esas canciones y transportada a la dimensión desconocida, u olvidada o congelada, quién sabe. Hace unas semanas, estábamos hablando por MSN con la Caro, mientras ella miraba unos videos en su cámara. De pronto, extrañada, me describe una escena que a mí me parece familiar, y caigo en cuenta que se trataba del famoso video perdido de la despedida de Cabezón, en la casa de la Vero. Como el casette había desaparecido, no nos quedaba más que acordarnos de imágenes como Sampa cantando Don't Answer Me y jugando con las salchichas, el Jan y la Chantal haciendo muppets por la ventanita, Cabezón tropezándose y yéndose al suelo con Sad But True y las caras de todos cuando el papá de la Vero se asoma y nos hace señas por la ventana. 15 años después, todo es exactamente como lo recordábamos: borroso, desordenado y muy ruidoso.

Hace ya mucho rato que la Caro y yo dejamos de vernos con los Atarvanes. Yo siempre sé de ellos, por la Vero o porque me los encuentro en la piscina. Todos sabemos que ya no tenemos absolutamente nada en común y nunca nos prometemos vernos, ni hablar ni nada. Sin embargo, cuando nos encontramos hay un sentimiento de cariño, de haber compartido una época única en la vida. Una época en que nos creíamos grandes y sentíamos que podíamos comportarnos como unos irresponsables sin que le pasara nada a nadie. Y digo creíamos, porque la verdad es que sí pudieron pasar muchas cosas. Ahora que soy mamá pienso en los riesgos que tomábamos y en cómo habrá rezado la nuestra cuando salíamos. Sé que voy a pasar mucho susto con mis hijos, especialmente si me salen con eso de que son super sanos porque son deportistas. Y sería fácil mirar ese video con ojos de ahora y escandalizarse. Pero sería muy injusto. Es verdad que no todos salieron bien parados de ese tiempo y que algunos van a cargar con las consecuencias para toda la vida. Pero nada de eso es culpa ni del carrete ni del heavy metal. Para mí, mucho más pesaron los padres ausentes o excesivamente permisivos y las mesadas demasiado generosas.

Me pasa que a veces, los viernes o sábados en la noche, me encuentro en el supermercado con grupos como el que teníamos, comprando poca carne y mucho pisco y coca cola. Otras veces los veo poniendo bencina o cargando autos en vísperas de un fin de semana largo o echados en la playa, haciendo nada. Y siempre me acuerdo de como éramos nosotros a esa edad, de lo bien que lo pasábamos y de la poca conciencia que teníamos de nada que no fuéramos nosotros mismos, en ese momento. Y me pasa que a veces los miro con una mezcla de envidia y nostalgia. Pero también con alivio. Sin gusto a poco. Lo cual es importante cuando uno ya hizo algunas elecciones en la vida. Quizás sean esas las cosas que a uno le permiten permanecer en el lugar en que está y sentir que ahí es donde uno pertenece. Por muchos años, siempre quería estar donde no estaba. O no estar donde estaba. Después de tanto correr, un día descubrí que para mí ser feliz es simplemente sentir que uno quiere estar donde está y quedarse y no estar en ninguna otra parte. Exit Night, Enter Light.

Wednesday, December 10, 2008

El Manual de Serrano

Justo cuando uno comienza a sentir que el asunto de la familia se está pareciendo demasiado a una empresa, el matrimonio a una sociedad y las conversaciones con el marido a sesiones de directorio. Justo cuando uno celebra diez años de matrimonio en medio de la época más pesada de un año particularmente particular, fue salvador encontrarme con un artículo sobre los matrimonios que permanencen juntos y contentos y sobre lo que su autora cree distinguir como las causas de esa permanencia sana en el tiempo. Nunca he sido fan de la Revista Ya, pero los martes en la mañana me devoro, con café de grano y marraqueta, las columnas de la Paula Serrano. Me gustan, porque son simples y se enfocan en los sentimientos. Ella tiene, como sicóloga, eso que uno aprecia en los curas que predican aterrizado, para pobres mortales, con ejemplos de la vida real y no con la pura teoría. Lo que sigue es un resumen de ese artículo.

La Amistad. Son estables las parejas que, además de amarse eróticamente, han conseguido ser amigos. Con los buenos amigos uno comparte fragilidades, miserias, miedos y equivocaciones sin temor a la venganza o el uso de esa información en nuestra contra y puede transitar por tiempos de cercanía y lejanía que no alteran el sentimiento base. Como la vida es larga, una pareja que es amiga tolera mejor los tiempos difíciles, donde el amor parece estar perdido o difuminado.
Proyectos Comunes. En tiempos de crisis, proyectos distintos de la familia, que distraen de lo más inmediato, ayudan a darle al tiempo una cierta alegría, entretención, sentido de futuro.
Vida Sexual. Es importante haber tenido alguna vez una vida sexual feliz y plena a la cual poder soñar volver algún día. El recuerdo del hombre y la mujer que alguna vez fueron es importante como material básico del que carecen las parejas que no lo vivieron. Es un capital que quedó invertido y que dará dividendos más tarde, cuando los hijos crezcan y la libertad aumente.

Sentido del Tiempo. Aguantar más que amar, porque alguna vez nos amamos, parece ser la consigna. El sentido de futuro, donde habrá una historia compartida, hijos, nietos, dolores, pérdidas y mucha compañía solidaria, más que pasión o amor emocional, ayuda a muchos a pasar por desiertos amorosos, abandonos, desengaños y hasta traiciones y agresiones inútiles. Esa apuesta, que es un acto de fe, pero también un uso de los dividendos de lo invertido con tanto esfuerzo, también ayuda.

La Ternura. El amor tiene, en el largo plazo, un componente de ternura muy importante. La ternura ante la sencilla miseria de ser hombres y no dioses. Las parejas que no develan al otro, sino que juegan el juego de apariencias que el otro necesita tienen una ternura que nace del más profundo de los amores que ha hecho una apuesta a largo plazo, que supone que tras las caídas habrá una nueva posibilidad.

Evaluaciones Como Hitos, No Como Constantes. Los enamorados del amor, más que de un otro concreto, suelen estar en eterna evaluación del amor. Resulta que no todo lo que ocurre en la vida del otro se relaciona con la pareja. Las personas tienen biografías previas a su vida en pareja, necesidades, actitudes, evasiones y negaciones que nada tienen que ver con el amor. Los egocéntricos, los narcisos, los enamorados del amor como distracción de sus propias vidas, tienen pocas posibilidades de resistir una relación de largo plazo, porque todo es siempre sobre ellos, nunca sobre el otro. No pueden ser compañeros de ruta de un otro de verdad.

La Independencia. El respeto por la vida de la pareja no es moderno, es constitutivo del amor y del matrimonio. Independencia no es libertad de acción. Es más bien la aceptación de las costumbres, gustos y mañas del otro, no para corregirlas, sino para aceptarlas como un acto básico de independencia.

El artículo termina con unas conclusiones que aunque medio esperanzan, medio espantan, al menos iluminan. Al final, igual que con la crianza de los hijos, uno actúa por buena fe, por intuición, pero harto a ciegas y con el permanente fantasma de que por involuntarios e incluso inadvertidos desvíos, un día sea demasiado tarde para corregir el curso. Dice Serrano que "parece ser que hay dos grandes momentos en los buenos matrimonios: los primeros años y los últimos. La juventud del amor y su madurez. Y ambos se definen por la misma variable: la libertad. Se es libre al comenzar, antes de los hijos o con hijos pequeños y se es libre al final, cuando los hijos crecen y estar juntos se renueva como una nueva práctica. Entonces, tal vez la felicidad conyugal se relacione con la libertad y la estabilidad conyugal con la capacidad de esperar la felicidad que vendrá. Es un misterio. Pero parece ser que los que aguantan el intermedio son muchos, son buenos y también los hay que son felices." Artículos como este dan una idea de lo que uno, que ya está embarcado en el proyecto de hacer matrimonio y familia, y que quiere hacerlo lo mejor posible, puede encontrarse en los próximos años. No hay trucos, no hay atajos. Como decía Pelao, hay que navegar no más.