Wednesday, June 28, 2006
Wednesday, June 21, 2006
May The Ball Be With Us
La Caro dice que todo Baires estuvo paralizado hasta que terminó el partido con Serbia y Montenegro. Yo pensaba en la suerte que tienen los argentinos, de paralizar el país por un fútbol que te deja festejar. En mis amiguitos de la oficina argentina. Y me pregunté por qué había visto tan poco fútbol estando en la casa. Por qué preferí leer. Le pregunto a ella cuánto fútbol ha visto, instalada en Baires, con el marido azotándose en los estadios alemanes. Me dice que muy poco. Pienso, bueno, dos niñitas a cuestas, un ser en camino, náuseas, sueño. Pero no. “Es que ya no me engancha”, me dice, “no es como antes”. “Si, me pasa eso”, le digo yo. “No es como antes”.
Me quedé pensando. Pasé por todos los mundiales que recuerdo, desde Alemania 74 y sus pelotas rellenas; el mundial en colores el 78, la Tango y el comercial de Halls; penales que nunca fueron: Caszely el 82; Platini el 86 (¿alguien se acordará del comercial de Samsung?). Recordé que tengo peligrosos y cada día más irrecuperables vacíos en Derecho Comercial y Teoría de la Prueba, gracias a mi obsesión por Italia 90. Me acordé de los italianos llorando en esa definición a penales que los mandó a pelear por el tercer lugar. El himno, que lo cantaba la Gianna Nannini, está apareciendo en el cable por estos días. De ella, yo me quedo con Bello E Impossibile, pero definitivamente Italia 90 es mi mundial favorito. También me acordé de los partidos en casa de Sampa el 94 y del partido con Ecuador en las eliminatorias de Francia 98. De Aguinaga, Jime. Y me di cuenta que había una constante: siempre gente alrededor. Un partido de futbol era siempre una ceremonia. Y ahí está: ver fútbol a solas es una experiencia parecida a cumplir años sin familia, sin amigos y sin torta.
Hace años que no le doy con todo a una pelota. Daría lo que fuera por una de esas pichangas de los últimos días del verano, al final del día, a pata pelada. Por uno de los partidos de San Alfonso, con la Denise, la Chica y la Paula. A veces me topo en el supermercado o en un Essomarket con las chicas de las ligas femeninas. Nada muy fino, ni muy femenino. Pero no puedo dejar de mirarlas, con un poquito de envidia. Me he preguntado si habrá una liga para madres de familia de pasado pichanguero. No puedo ser la única, me digo. Quizás podría formar una algún día. Por mientras, me aprovecharé de mi hijo hermoso que aprendió a caminar persiguiendo una pelota. Me parece que acabo de encontrar el mejor de los pretextos para pichanguear en la calle. Como tiene que ser.
Me quedé pensando. Pasé por todos los mundiales que recuerdo, desde Alemania 74 y sus pelotas rellenas; el mundial en colores el 78, la Tango y el comercial de Halls; penales que nunca fueron: Caszely el 82; Platini el 86 (¿alguien se acordará del comercial de Samsung?). Recordé que tengo peligrosos y cada día más irrecuperables vacíos en Derecho Comercial y Teoría de la Prueba, gracias a mi obsesión por Italia 90. Me acordé de los italianos llorando en esa definición a penales que los mandó a pelear por el tercer lugar. El himno, que lo cantaba la Gianna Nannini, está apareciendo en el cable por estos días. De ella, yo me quedo con Bello E Impossibile, pero definitivamente Italia 90 es mi mundial favorito. También me acordé de los partidos en casa de Sampa el 94 y del partido con Ecuador en las eliminatorias de Francia 98. De Aguinaga, Jime. Y me di cuenta que había una constante: siempre gente alrededor. Un partido de futbol era siempre una ceremonia. Y ahí está: ver fútbol a solas es una experiencia parecida a cumplir años sin familia, sin amigos y sin torta.
Hace años que no le doy con todo a una pelota. Daría lo que fuera por una de esas pichangas de los últimos días del verano, al final del día, a pata pelada. Por uno de los partidos de San Alfonso, con la Denise, la Chica y la Paula. A veces me topo en el supermercado o en un Essomarket con las chicas de las ligas femeninas. Nada muy fino, ni muy femenino. Pero no puedo dejar de mirarlas, con un poquito de envidia. Me he preguntado si habrá una liga para madres de familia de pasado pichanguero. No puedo ser la única, me digo. Quizás podría formar una algún día. Por mientras, me aprovecharé de mi hijo hermoso que aprendió a caminar persiguiendo una pelota. Me parece que acabo de encontrar el mejor de los pretextos para pichanguear en la calle. Como tiene que ser.
Tuesday, June 20, 2006
Goodbye
As the sun hides its head
Another night's rest
And the wind sings
Its same old song
And you on the edge
Never close, never far
Always there when I needed a friend
But it's hard living life
On this memory-go-round
Always up, always down
Spinning 'round and 'round and 'round
And all this could be
Such a dream, so it seems
I was never much good at goodbye
There once was a time
Never far from my mind
On the beach, on the 4th of July
I remember the sand
How you held out your hand
And we touched for what seemed a lifetime
But it's hard
Leaving all this behind me now
Like a school boy so lost
Never found until now
And all this could be
Such a dream, so it seems
I was never much good at goodbye
And it's hard
Living life on this memory-go-round
Always up, always down
Spinning 'round and 'round and 'round
And all this could be
Such a dream, so it seems
I was never much good at goodbye
Goodbye
Monday, June 19, 2006
When In Rome
El mejor city tour de mi vida no fue con una agencia de viajes ni con un guía convencional. En el estacionamiento de Roma Termini, la fea y sucia estación central de Roma, había una vieja micro azul, destartalada y con la pintura desteñida. En la puerta un italiano obviamente buenmozo, ofreciendo su tour a viva voz y en un divertidísimo inglés. El concepto era este: “Yo les doy una vuelta de dos horas, con cuatro bajadas breves; les muestro los lugares que yo recomiendo, les cuento historias, anécdotas y les doy datos curiosos. Ustedes luego eligen cuáles visitar por más o menos tiempo, por su cuenta y de todos modos, a pie.” Lejos, la mejor opción.
Tuesday, June 13, 2006
Haunted
Como alma en pena para que recen por ella, una melodía puede perseguirte por años para que la consigas. En cuarto de universidad, una tarde después de almuerzo, mi amigo el Cuico puso un disco. Era un concierto de violín de Tchaikovsky y yo rayé instantáneamente con el primer movimiento. Y eso que el violín no era para nada de mi gusto. Nunca más volví a escucharlo ni encontré un CD, ni siquiera un maldito Naxos, en que viniera. Tampoco recordaba su nombre. Pero la melodía seguía en mi cabeza y me moría por volver a oírla. Hasta que un día, vagando por Providencia lo encontré. Mi momento preferido es ese en que de pronto toda la orquesta se une al violín y la melodía se vuelve un bombazo que hace saltar lágrimas de los ojos. Es el Concierto para Violín en Re Mayor Op. 35. Y para que nadie se escandalice, ese bombazo se llama Tutti.
Friday, June 09, 2006
Tuesday, June 06, 2006
Impressive, Most Impressive
Lo digo de entrada: el Louvre es un museo extremadamente aburrido y quien afirme lo contrario es un latero o un engrupido. En lugar de dar vueltas y vueltas como ratas en laberinto, con ese odioso librito-mapa en la mano, es más sano entrar, ver lo que hay que ver (que en verdad son tres o cuatro cosas) y partir corriendo al Musee D’Orsay. En el Louvre uno se siente haciendo las tareas. En el D’Orsay se alucina. Está en una antigua estación a la orilla del Sena, o sea, vendría siendo como la Estación Mapocho hecha un exquisito museo. En la línea de tiempo, el D'Orsay sucede al Louvre, pues cubre el período 1848 – 1914.
Si bien hay muestras de varias expresiones artísticas, yo me quedo con dos: la escultura y la pintura. En este museo están muchas de las esculturas de Rodin. Y nadie se las roba. Las esculturas de Rodin, que son de verdad emocionantes, tienen una cosa curiosa: las manos desproporcionadamente grandes. Desconozco por qué, pero dudo que sea casual. Tarea para la casa.
Y respecto de la pintura, este museo es llamado "La Meca del Impresionismo". En sus luminosas salas están expuestas las más lindas pinturas de los Impresionistas. En un tardío pero merecidísimo homenaje. Impresionismo no es sólo Monet y sus nenúfares de calendario que nos tienen un poco chatos a todos. Lo que los Impresionistas hicieron, en contra de la crítica, de la tradición y de la academia, en contra del gusto popular e incluso de su propio bienestar material es más que admirable. Fueron artistas estudiosos y trabajadores, dejaron la comodidad del taller y salieron a pintar al aire libre, a capturar la luz y los colores de la realidad y a ponerlos sobre la tela de una manera original y revolucionaria. Hay que ver los Renoir, los Manet; hay obras de un par de mujeres talentosísimas también. Y están mis favoritos Camille Pissarro, considerado por muchos como el verdadero padre del movimiento y el dios de Cézanne, neo-impresionista, pero que se nutrió del espíritu y la carne de esa tropa de visionarios porfiados que cambiaron el arte para siempre.
Si bien hay muestras de varias expresiones artísticas, yo me quedo con dos: la escultura y la pintura. En este museo están muchas de las esculturas de Rodin. Y nadie se las roba. Las esculturas de Rodin, que son de verdad emocionantes, tienen una cosa curiosa: las manos desproporcionadamente grandes. Desconozco por qué, pero dudo que sea casual. Tarea para la casa.
Y respecto de la pintura, este museo es llamado "La Meca del Impresionismo". En sus luminosas salas están expuestas las más lindas pinturas de los Impresionistas. En un tardío pero merecidísimo homenaje. Impresionismo no es sólo Monet y sus nenúfares de calendario que nos tienen un poco chatos a todos. Lo que los Impresionistas hicieron, en contra de la crítica, de la tradición y de la academia, en contra del gusto popular e incluso de su propio bienestar material es más que admirable. Fueron artistas estudiosos y trabajadores, dejaron la comodidad del taller y salieron a pintar al aire libre, a capturar la luz y los colores de la realidad y a ponerlos sobre la tela de una manera original y revolucionaria. Hay que ver los Renoir, los Manet; hay obras de un par de mujeres talentosísimas también. Y están mis favoritos Camille Pissarro, considerado por muchos como el verdadero padre del movimiento y el dios de Cézanne, neo-impresionista, pero que se nutrió del espíritu y la carne de esa tropa de visionarios porfiados que cambiaron el arte para siempre.
Thursday, June 01, 2006
Tremendo Animal
A principios de los noventa, la imagen de Christina sobre el escenario era poderosamente llamativa. La Florecita Rockera en persona. Uno se preguntaba primero dónde diablos estaba, siempre mirando a cualquier lugar con el pelo sobre los ojos. Se veía como la modelo que de camino a un casting erró la ruta y terminó guitarreando en chaqueta de cuero. Deliberadamente o no, jugaba con la imagen de la linda chica mala. Y a pesar de su delgado hilo de voz y esos quejidos que tan bien cubrían sus desafinadas, para mí sus canciones tenían algo absolutamente irresistible: las letras y las guitarras.
Ella escribía sobre amistades, sobre amores, quiebres y desencuentros, sobre carretes y maldades como mujer y los aderezaba con adorables guiños pop y oportunas dosis de ironía. Es una lástima que pocos se hayan enterado de lo que pasó después de Los Subterráneos. El desbande guitarrero con los amiguis de Sonic Youth fue increíble. Frozen Pool y Foreign Land son grandes bitácoras de viajes exploratorios. Y aunque secretamente siempre esperé una joyita pop más de su parte, son discos definitivamente respetables.
La Christina de hoy me recuerda a Aimee Mann. La veo como una mujer grande, que sin embargo recorre el mundo como una niña, recolectando imágenes, impresiones, sensaciones y sentimientos y sembrándolos para que nosotros los recojamos en melodías para disfrutar con todos los sentidos. Como Aimee, Christina tiene las entrañas para descender a lugares profundos y peligrosos y arrastrar afuera lo que normalmente vive escondido en todos, agazapado en la oscuridad y lo expone en canciones claroscuras y delicadas. De ahí eso algo perturbador que tiene Continental 62. Un violín desafinado, inquietantes saltos del mayor al menor y viceversa, voces y ruidos de fondo de reminiscencias floydianas, giros y torsiones rítmicos poco ortodojos. Las nuevas canciones de Christina están llenas de pasadizos secretos, son como volutas en el aire que a cada pasada recorren un camino diferente. Yo sólo me preguntaba en qué circunstancias puede uno escuchar un disco como Continental 62. Y hacia dónde nos puede llevar hoy.
Ella escribía sobre amistades, sobre amores, quiebres y desencuentros, sobre carretes y maldades como mujer y los aderezaba con adorables guiños pop y oportunas dosis de ironía. Es una lástima que pocos se hayan enterado de lo que pasó después de Los Subterráneos. El desbande guitarrero con los amiguis de Sonic Youth fue increíble. Frozen Pool y Foreign Land son grandes bitácoras de viajes exploratorios. Y aunque secretamente siempre esperé una joyita pop más de su parte, son discos definitivamente respetables.
La Christina de hoy me recuerda a Aimee Mann. La veo como una mujer grande, que sin embargo recorre el mundo como una niña, recolectando imágenes, impresiones, sensaciones y sentimientos y sembrándolos para que nosotros los recojamos en melodías para disfrutar con todos los sentidos. Como Aimee, Christina tiene las entrañas para descender a lugares profundos y peligrosos y arrastrar afuera lo que normalmente vive escondido en todos, agazapado en la oscuridad y lo expone en canciones claroscuras y delicadas. De ahí eso algo perturbador que tiene Continental 62. Un violín desafinado, inquietantes saltos del mayor al menor y viceversa, voces y ruidos de fondo de reminiscencias floydianas, giros y torsiones rítmicos poco ortodojos. Las nuevas canciones de Christina están llenas de pasadizos secretos, son como volutas en el aire que a cada pasada recorren un camino diferente. Yo sólo me preguntaba en qué circunstancias puede uno escuchar un disco como Continental 62. Y hacia dónde nos puede llevar hoy.